Eduardo Alonso Franch nos cuenta cómo conoció a Delibes

Recuerdo a Miguel Delibes como un personaje familiar. Aparte de que su apellido está muy difundido (había un concesionario de coches de algún pariente), debió de conocer a mis padres. De hecho, dedicó a mi progenitor un ejemplar de La sombra del ciprés, que acabó en mi poder y es uno de los orgullos de mi biblioteca. Mi madre decía que Ángeles, su esposa, era muy atractiva. Aunque era menuda y morena, debía de ser “un bombón”, en expresión de la época. Además, un hermano de mi madre –mi tío Pepe Franch, abogado y que vivió en Zamora el tiempo en que yo le recuerdo– estuvo con Delibes en el submarino de la Marina franquista que aparece en Madera de héroe. Para mí, encontrarme con el escritor era un acontecimiento. Lo vi en Duque de la Victoria (a la puerta de “El Norte”), en López Gómez, corriendo como un gamo en el semáforo de la esquina de José M.ª Lacort con plaza de España, en la Acera de Recoletos, Campo Grande, etc.

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