Cuenta la leyenda que en algún rincón del campo francés, en el siglo XVI, vivió un tal señor Matías a quien un buen día robaron su gallo preferido. Matías y el ladrón fueron a juicio y se dice que, durante el mismo, el abogado defensor incurrió reiteradas veces en el siguiente error léxico: en vez de decir gallus Mathiae (el gallo de Matías), dijo insistentemente galli Mathias (Matías, el del gallo); que viene a significar lo mismo, pero que hizo reír a los asistentes a la vista cada vez que el abogado se equivocaba. Ya en España, en nuestro diccionario oficial, la RAE avala que “galimatías” es: «Lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas».