Corrían los años 79/80 cuando surgió en mí la necesidad e intención de ayudar, y colaborar de forma eficaz, a personas discapacitadas. Por ello, acompañada de un grupo de compañeras y amigas del colegio, nos apuntamos a la marcha de ASPRONA. El día de la marcha (de Valladolid a Palencia) empezamos de forma bastante lenta y decidimos que podríamos fijarnos una meta y rebasarla, así la marcha tendría además otro aliciente y llevaríamos mejor ritmo. Se planteó fijarnos en alguien que llevara buena marcha y yo comenté: qué os parece aquel señor que va con ese chaval allá a lo lejos. Así lo hicimos y al llegar a su altura nos alegramos de ir a buen ritmo e incluso de rebasarlos. En ese momento a alguien oímos decir: “Es Delibes, el escritor, y parece que con el que va, es uno de sus hijos”. Yo, que únicamente lo conocía por leer alguno de sus libros en el colegio, me pareció increíble tener tan cerca de mí a una persona tan importante. Aunque volví a repetir la marcha algún año más, ese año en concreto fue fascinante por haber coincidido con Delibes.