Corría el año 1984 y Elisa Delibes se acercó a mi despacho, Agencia Inmobiliaria, y me encargó la gestión de alquiler de una vivienda de su padre. Se interesó un joven matrimonio. Después de ver la vivienda, negociar precio y condiciones, cerramos el alquiler y quedamos para firmar seis días más tarde.
El día señalado acudió don Miguel acompañado de su hija Elisa. Muy atento y cordial, les preguntó: “¿Cómo tan jóvenes os disponéis a afrontar la vida?“. Con respeto y admiración a don Miguel, al que acababan de conocer, el marido dijo: “Pues sí, don Miguel, jóvenes pero con mucha ilusión de emprender la vida juntos, aunque ahora con escasos recursos”.
Al oír su respuesta, don Miguel me miró y también a Elisa, y dijo: “Luis, la renta que les habéis puesto, deberíais ajustarla algo a la baja, están empezando y al principio se les hace más duro”. Yo le repuse: “Don Miguel, el precio se negoció de acuerdo con Elisa. Está cerrado. Es un precio inferior al de mercado en la zona, casi por la renta que ellos propusieron, así lo aceptaron y entiendo que no se debería tocar”.
Los inquilinos, conscientes y sabedores de haber conseguido un buen precio, agradecieron a don Miguel su generosidad y no se rectificó la renta. Nuestra sorpresa fue cuando, una vez satisfecha la renta del mes y la fianza, don Miguel, separó una mensualidad y les dijo: “Tomad, os devuelvo la fianza y así tendréis para gastos iniciales”.
Muy sorprendidos por el espléndido gesto, que agradecieron repetidamente, se fueron más contentos que unas pascuas. Esta anécdota refleja la calidad humana de don Miguel. Persona muy cercana y comprometida con las necesidades humanas y ambientales, generoso con la gente llana del pueblo castellano, al que conocía muy bien. Poco interés por escalar puestos honoríficos sujetos a adulaciones gratuitas. Magnífico conversador. Cazador sostenible y ecologista de rango natural.