Se cuenta que en la Francia de la primera mitad del siglo XVII vivió un arquitecto, de nombre F. Mansart, quien aplicó todo su talento a la optimización de la utilización del espacio en sus diseños. Y en su empeño dio con un “truco constructivo” que es en nuestros días tremendamente popular: el aprovechamiento del desván como espacio habitable… En español, la idea de Mansart queda inmortalizada en nuestro Diccionario en el término “mansarda” que la RAE registra oficialmente como “buhardilla; parte de un edificio situada inmediatamente debajo del tejado, con techo en pendiente y destinada a vivienda”.