“Miguel Delibes, mi amigo”, por Ángel María de Pablos
Tenía yo unos 10 años y mi padre era redactor jefe en “El Norte de Castilla”. Vivíamos en la tercera planta del edificio del periódico y yo bajaba a buscar a mi padre cuando mi madre ya tenía la mesa puesta. En la Redacción, el dibujante de caricaturas y actores de cine siempre me llamaba por mi diminutivo, “Angelín”; y Julián Merino, que firmaba crónicas de ciclismo, me enseñaba revistas francesas con fotos de hombres en bicicleta. A mí me llamaban más las cuartillas del dibujante y sus lapiceros negros. Se me iban los ojos a la tinta, hasta que aparecía mi padre: “Deja trabajar a Miguel. ¡Le vas a manchar la camisa”. Así supe que mi amigo el dibujante, que me sentaba en sus rodillas, se llamaba Miguel. No tardé en saber mucho más de él, aunque para mí siguió siendo la misma persona cariñosa, simpática y cercana.
Continué bajando a la Redacción y me incliné hacia la información ciclista. Cuando falleció Merino, mi padre me retó: “Gran Premio “Virgen del Carmen” ¿quieres hacer la crónica?” Miguel me alentó: “No desaproveches la oportunidad, Angelín.” Seguí por ahí y en los 70 empecé con las retransmisiones ciclistas en TVE. Delibes me pidió que le informara de lo que ocurriera entre bastidores y no pudiese contar a cámara. En su ruego no había morbo, sólo afición. “¡Qué envidia! Yo te habría llevado el micrófono”, me decía.
Años más tarde, se me propuso liderar una candidatura a presidir el Ateneo de Valladolid. Lo valoré. Mi padre lo presidió en los 50 y el propio Delibes renunció en su momento a hacerlo. Yo decidí no aceptar y continuar colaborando con el Ateneo de otro modo. Entonces me encontré con Miguel: “¡Hombre, Angelín! ¿Cómo por aquí?”. Le conté que iba al Ateneo a comunicar mi decisión: “No creo valer para ese puesto, Miguel”. Y él me dijo: “Me recuerdas a tu padre, que no quería puestos de importancia. Tú vales tanto como él y mejor tú que otro cualquiera.”
Y así fue como Miguel alentó dos de mis más queridas vocaciones: el ciclismo y el fervor ateneísta.