Antonio Marcelo Beltrán nos cuenta cómo conoció a Delibes

Supe que existía un tal Delibes cuando era sólo un niño de diez años. Don Pedro, mi maestro de EGB, nos dijo que había una novela en la que una mujer se pasaba varias horas hablando de su marido muerto. Y que también era una obra de teatro. Cinco horas con Mario, una señora hablando durante cinco horas de su marido, que se acababa de morir. A mí me parecía una proeza que alguien fuera capaz de estar tantas horas hablando sin parar, pero me pareció aún más extraordinario que un señor, ese tal Miguel Delibes, hubiera sido capaz de escribir un libro entero acerca de una mujer que no hacía más que hablar durante horas y horas de su marido muerto. Evidentemente, en aquellos tiempos no se me ocurrió ir a la biblio a por ese libro, no estaba mal de la cabeza. Pero al empezar el instituto llegó Alfonso, que sí que estaba mal de la cabeza, y nos dijo que, de las tres horas semanales de Lengua, íbamos a dedicar una a leer. No a tomar apuntes ni a diseccionar oraciones, simplemente a leer una novela. Y la primera fue El camino. Entre pitos y flautas llegó el día antes del examen y yo ni siquiera me había comprado el libro; se lo pedí a mis padres sin decirles que aquello entraba a la mañana siguiente y lo primero que me gustó fue el tamaño. Ochenta páginas, así cualquiera se ponía a escribir acerca de de su marido muerto. Empecé a leer el libro en mi habitación, con un café y unas galletas que me acabé tomando a ciegas, sin poder despegar la mirada de las aventuras de Daniel el Mochuelo, de su pelea contra aquel padre tan malo que pretendía sacarlo del pueblo, del río, de Mariuca-uca… Devoré el libro en una hora, esperando todo el tiempo que al final las cosas salieran bien… pero no fue así. Acabé la tarde renegando de ese tal Delibes que le había hecho aquella faena a su personaje… pero sabiendo que desde entonces aquel escritor de las Cinco horas con Mario me iba a acompañar durante el resto de mi vida. Y así ha sido.

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