Todos hemos sufrido en nuestras propias carnes las consecuencias del esperpento del lenguaje administrativo y, desde entonces, no hemos dejado de pensar en el pobre administrado que tiene que vérselas con nosotros día sí día no.
Sirva este fragmento real como ejemplo de lo que nos disponemos a explicar:
1.º- Designar a D.ª Paz Altés Melgar, jefa del Centro de Publicaciones y Programas de Promoción del Libro, como habilitada para poder identificar y autenticar a los ciudadanos que requieran disponer de firma electrónica ante el Ayuntamiento de Valladolid.
Automáticamente, imaginamos que Paz Altés Melgar se llevó las manos a la cabeza al pensar en la larga cola de ciudadanos que iba a formarse frente a su puerta para que les identificara y autenticara de cara a poder firmar electrónicamente cuando así lo requiriesen al tratar con el Ayuntamiento de Valladolid. Porque esto, aquí y en Sebastopol, es exactamente lo que se deduce (en cristiano) del parrafito en cuestión.
No obstante (y he aquí lo más demencial de todo), el agua no ha llegado al río. Resulta que este mismo párrafo hemos estado utilizándolo cada vez que uno de nuestros compañeros ha necesitado ser habilitado como titular de firma electrónica.
Es decir, lo que el párrafo en cuestión pretende decir en realidad es:
1.º Autorizar y habilitar a D.ª Paz Altés Melgar, jefa del Centro de Publicaciones y Programas de Promoción del Libro, para poder identificarse y autenticarse mediante firma electrónica frente a los ciudadanos que así lo requieran en sus tratos con el Ayuntamiento.
Así no vamos a ningún sitio… ¿No llevamos años “modernizando la Administración”? ¡Por favor!