Eduardo Rodríguez nos cuenta cómo conoció a Delibes

Pues le admiraba desde hace años. Lector de su obra en mi Sevilla natal, admiraba sus libros ajenos al mundo de la caza y en especial, Mi idolatrado hijo Sisí, . La vida me trajo a Valladolid y a trabajar en la zona de la calle Muro. Un día, paseando contemplé a un señor mayor con gran similitud con don Miguel. Coincidía su paseo con mi café y pronto me di cuenta de que era él. Alto, ligeramente encorvado y con una mirada afilada, escrutadora. Una quiosquera me dijo que tenía mal genio, que no le gustaba que le importunaran. Y seguí viéndole, sus matutinos paseos, fiscalizando las obras de la plaza de Zorrilla como un jubilado más, manos en la espalda y sorprendido por la profundidad de la obra. Finalmente, una mañana me atreví a saludarle y pedirle la dedicatoria de un libro. Me miró impaciente, con ganas de seguir su paseo y me dio la dirección de su casa para que llevara los libros y allí los firmaría. Lo hice y al día siguiente, muy afectuosa, una nieta me los entregó y trabamos algunas palabras. Hoy lo tengo en mi librería.



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