La azarosa vida de José Zorrilla en 52 ‘refrescos’ (V)

21.- Muerto su padre, José Zorrilla se trasladó a Torquemada para arreglar los papeles de su progenitor y hacerse cargo de su herencia. Mas la herencia resultó consistir en unas cuantiosas deudas, que obligaron al poeta a vender la casa solariega de la familia, las bodegas y las viñas. Con todo liquidado, Zorrilla emprendió su viaje más triste, acompañado del recuerdo y de… ¡la trenza de su madre!, «que ni quiero ni debo decir cuándo ni cómo me la procuré» (confiesa el propio autor).

Dice Alonso Cortés: «¿Por qué medios misteriosos se apoderó Zorrilla de esta trenza? ¿Acaso yendo al cementerio como en las tétricas escenas del romanticismo, y abriendo sigilosamente la tumba donde reposaba su santa madre? No es fácil encontrar otra explicación». ¿Y por qué no? Al fin y al cabo estamos hablando de «el último romántico»…

22.- De vuelta en Madrid, huérfano y sin herencia, Zorrilla publicó Un cuento de amores, al alimón con García de Quevedo; y, ante la insostenible situación conyugal, nuestro poeta decidió dejar de escribir para el teatro y poner, nuevamente, rumbo a París, haciendo oídos sordos a los ofrecimientos para entrar en política que le hicieron varios ministros del momento y reiterando su firme decisión de ser únicamente poeta: «Yo no serviría para nada más que para hacer versos».

Así las cosas: «levantó la casa, vendió la mesa sobre la cual había escrito todas sus incorrectas obras dramáticas, y tomó el camino de Francia» (Alonso Cortés). Era mediados de septiembre de 1850. Zorrilla emprendió el viaje y su mujer, Matilde, decidió no ponérselo fácil. De hecho, lo siguió y se instaló con él durante un tiempo en París. Pero pronto le faltó la salud y todo parece indicar que se rindió y volvió a España.

23.- En 1850, pues, José Zorrilla se instaló en París por segunda vez. Tenía 33 años. Los primeros meses debieron de ser penosos hasta que entró en contacto con un potentado mecenas venezolano que lo acogió en su lujosa mansión –a pensión completa– para que el poeta pudiese avanzar en su poema Granada. Zorrilla aprovechó la oportunidad para, además, estudiar… ‘árabe’.

A principios de 1852, Zorrilla viajó a Bélgica. Y mientras, en París, el editor Baudry publicaba la segunda edición de sus Obras; y –¡al fin!– de la imprenta Hijos de Pillet salieron los dos tomos de su famoso Granada, poema oriental, inspirado en los episodios de la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos y en el que había empleado cuatro años de trabajo.

Una curiosidad: el último rey de Granada, Boabdil ‘el chico’, tenía dos hermanastros que terminaron viviendo en Valladolid, en la casa que antaño hubo en el solar que ahora ocupa la Casa de Revilla-Casa de Zorrilla.

24.- De vuelta en París la situación siguió siendo dificilísima para José Zorrilla. Pero una poderosa razón lo retenía allí… Una razón llamada Leila (la escritora Emilia Serrano), que era entonces una niña de 14 años. Zorrilla se enamoró de ella hasta la médula y, a pesar de los esfuerzos de la madre de ella por alejarla de él, el poeta fue persistente y las siguió a Bélgica primero y a Londres después. Leila y Zorrilla vivieron un amor apasionado del cual nació una niña, que fallecería con tan sólo cinco años. Corría el año 1854 y Zorrilla, a pesar de todo, preparaba su viaje a América.

25.- En París, Zorrilla preparó a conciencia su viaje a México y varios amigos e influyentes conocidos lo proveyeron de cartas de recomendación para su desembarco al otro lado del Atlántico. Al fin, el 28 de noviembre de aquel 1854, por la noche «…me despedía en la estación de ferrocarril una mujer en cuyos brazos dormía un ser inocente nacido en el pecado…». El poeta se detuvo en Londres el tiempo imprescindible para adquirir un pasaje transoceánico y pasar unos días con su gran amigo el relojero Ramón Losada. El 8 de diciembre, el propio Losada lo acompañó en el bote desde el puerto de Southampton hasta el barco Paraná y, al despedirle, le llenó de cigarros el sombrero para que pudiese fumar durante la travesía y escondió bajo ellos un sobre con cuatro billetes de veinticinco libras esterlinas…

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