Hace algo menos de una década, Luis Cano Ruiz encontró la manera de plasmar a través de la escritura sus emociones. El verso le llevó de manera a la prosa, y hace unos meses publicaba su segunda novela, Cómo sobrevivir a Carla, después de la aventura personal que supuso Los últimos días de noviembre. Vallisoletano aún en la veintena, huye de las etiquetas y pelea por hacerse un hueco en la escena literaria de nuestro país.
1. Hace muy poco has publicado tu segunda novela. ¿Qué supone para ti esta Cómo sobrevivir a Carla?
Es la primera novela con una editorial, y con ella he descubierto el gran trabajo que hay detrás de un buen libro. La editorial ha sido un equipo que ha sentido como propio mi manuscrito. Ha hecho un gran trabajo con el texto, y le ha dado la luz que faltaba.
Cómo sobrevivir a Carla para mí ha sido un salto de calidad en mi forma de escribir y de entender la literatura. No sólo por lo que cuento: una supervivencia a un amor, al caos de la vida; sino porque los personajes están cuidados al milímetro, son más reales, más empáticos. Creo que la gente se puede identificar fácilmente con el libro, con sus historias.
2. Y, más allá de obras concretas, ¿qué supone para ti escribir? ¿Cuándo te lanzaste a ello?
Escribir para mí es desahogarme. Cuando escribo busco dar forma a sensaciones que crecen dentro de mí. No tengo por qué sentirlas todas, simplemente aparece una sensación dentro y busco darle forma, definirla dentro de un contexto en el que adquiera sentido. En realidad, escribir sería hacerme preguntas y tratar de justificar -sin conseguirlo nunca del todo- las respuestas.
Empecé a escribir en 2008, cuando descubrí por casualidad el mundo del blog. Por esa época empezaban a rondarme algunos versos por la cabeza, escritos en trozos de papel. Fue un salto natural, como si algo dentro luchase por salir, y la escritura fuese la forma natural del lidiar con esa pulsión.
Eso sí, cuando empecé sólo hacía poemas, hasta que unos años después desarrollé un relato porque el poema se me quedaba corto, y poco a poco fui necesitando más palabras para responder mis preguntas.
3. ¿Sigue haciendo falta irse fuera para tener posibilidades en el mundo literario? Al hilo de esto, ¿cómo ves el panorama de Valladolid en este sentido? ¿Estás al corriente de él?
En mi caso la necesidad de escribir coincidió con mi marcha fuera de Valladolid. No me marché buscando una oportunidad, sino que allí donde me fui empecé a crecer como escritor. Es verdad que una ciudad grande como Madrid da más posibilidad de conocer el mundo editorial y literario, y te permite situarte mejor en la búsqueda de oportunidades. En una ciudad pequeña resulta más difícil que alguien apueste por ti, porque hay menos oportunidades y un escritor novel siempre es una apuesta arriesgada.
Creo que Valladolid ha pasado una mala racha cultural. Cuando los políticos no apuestan por la cultura, dice mucho de la clase de gobernantes que tenemos, y por desgracia también de la clase de pueblo que desean. Lo que sí veo últimamente son las enormes ganas de salir a celebrar la cultura. Se están creando muchas corrientes artísticas en Valladolid, focalizadas en la poesía y sus micros abiertos, en sus recitales y festivales. La cultura vuelve a pie de calle, quizá para no irse más.
4. Todavía no has cumplido 30 años. Aún eres joven para los estándares literarios, y por eso corres el peligro de que te metan en el mismo saco de otros autores de tu generación. ¿Te sientes parte de eso, de una ‘generación’?
En ningún caso, siempre me he considerado un poco fuera de ese tipo de etiquetas o corrientes. Creo que hay una generación que está tratando de volver a ganarse la cultura. Nuestros padres tuvieron que luchar para que hubiese dinero, para progresar. A ellos les debemos el fin de mes y las vacaciones. Gracias a ellos pudimos estudiar, pensar, crecer. Ahora nos toca a nosotros reconstruir esa cultura que se estaba quedando en “resistencia”. Sólo una minoría hacía cultura.
Ahora todos buscamos la “revolución”, y por eso quizá somos una generación que atacamos en muchos sitios pero no nos concretamos en una corriente, en una forma de hacer las cosas. Somos una generación que no puede recibir tal nombre.
5. En la promoción de tu segunda novela habéis usado herramientas como Youtube. ¿Cómo utilizas tú estos canales o redes como Facebook o Twitter? ¿Encuentras en ellos a posibles lectores?
A pesar de lo mucho que nos cueste admitirlo, herramientas como Facebook, Twitter o Youtube son hoy un factor fundamental en la promoción de cualquier elemento cultural. Editorial Argonautas nació de ese espíritu de búsqueda de cultura en Internet, y creo que yo mismo me he desarrollado gracias a ese acceso fácil a la cultura. Por eso creo que es algo que hay que cuidar y usar…
¡Pero ojo! Donde es una herramienta utilísima, también se ha convertido en un peligro de saturación de desprestigio de la cultura en general, y de la literatura en particular. Hay mucha gente que escribe gracias a que Internet le permite decir al mundo “¡soy escritor!” y eso, muchas veces, no es correcto. Escribir no es ser escritor, como promocionarse en Internet o tener muchos lectores virtuales no es tener una legión de lectores. A los lectores se les conquista y se les enseña lo que eres tanto en Internet como fuera de él. Aunque es un método muy bueno para expandir el arte de uno mismo, no hay que descuidar el plano real, el cara a cara, las charlas, presentaciones, encuentros, etc.
6. Cuando el Luis Cano Ruiz escritor da paso al Luis Cano Cano Ruiz lector, ¿con qué autores disfruta más?
Yo nací como lector con Iacobus, de Matilde Asensi. Gracias a ella me enamoré de un personaje de novela y de la literatura. A partir de ahí, debo reconocer que Arturo Pérez-Reverte me hizo desarrollar la forma que tenía de ver a los personajes, me dio esa oscuridad y esa dureza que me faltaba a la hora de escribir. Otros han llegado después para ganarme: Anne Rice y su manera de narrar y seducir en Crónicas Vampíricas; o Douglas Coupland (Generación X, Jpod) ha sido el descubrimiento de mi edad adulta, me ha hecho disfrutar.