Roberto González nos cuenta cómo conoció a Delibes

A Delibes lo conocía desde niño, siempre en el pueblo de Sedano, el que Delibes decía era su pueblo. La anécdota me la contaba mi madre. Miguel Delibes solía volver a Valladolid en septiembre y desde Sedano cogía el autobús que iba a Burgos. En aquel tiempo, “La Competencia”, que así se llamaba el autobús que hacía el trayecto Arija-Burgos, tenía conductor y cobrador. El cobrador que vio a don Miguel subir con un par de libros bajo el brazo, le dijo: “Qué ¿a examinarse?” Y Miguel Delibes, simplemente le contestó: “No. A examinar, a examinar.” Y es que para entonces, aunque Delibes apenas tenía 23 años, parecía un chaval, ya era profesor.

[…] En verano […] había dos personas que recibían por correo el periódico “La Vanguardia”. Una era Miguel Delibes (imagino que Delibes recibiría además otros periódicos), y la otra, mi padre, José González. Pero el cartero, que era mi […] primo Jaime Peña, debió confundir alguna vez los paquetes, así que el periódico con el membrete de Miguel Delibes, acabó en mi casa, y supongo que el de José González iría a parar al chalé de Miguel Delibes. Creo recordar que mi padre ni se dio cuenta del error, y que fui yo quien posteriormente reparé en el membrete ya roto, y en la dirección equivocada. Nunca supe si Delibes se dio cuenta del mismo error.



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