Rubén Abella

Rubén Abella (Valladolid, 1967) es licenciado en Filología Inglesa y autor de cuatro novelas y dos libros de relatos. Con La sombra del escapista, su primera novela, representó a España en el Europäisches Festival des Debütromans (Festival Europeo de la Primera Novela) de Kiel, en Alemania. Con su segunda obra larga, El libro del amor esquivo, historia de vidas cruzadas que confluyen en Madrid, fue finalista del Premio Nadal. California, publicada este 2015, es de momento la última de las novelas que ha publicado. Junto a la escritura, Abella dedica gran parte de su tiempo a la fotografía y a la docencia. Ha impartido cursos y talleres sobre creación narrativa, traducción literaria, lengua española, redacción o teoría literaria en universidades de todo el mundo.

 

1. Este año has publicado California, la que creo que es tu cuarta novela, pero al salir tu nombre de alguna manera se te relaciona con el microcuento. No sé en qué ámbito te mueves mejor, y si hay una intención  a la hora de escribir de contar una historia con la forma de una novela o de unas pocas líneas.

No era consciente de que mi nombre se relacionara con el microrrelato. Me muevo con igual libertad en ambos géneros, aunque en los últimos cinco años solo he escrito novela. Puede que parezca extraño, pero en realidad no soy yo quien elige el género, sino las propias historias. Son ellas las que me dicen cuántas palabras necesitan para ser contadas. Algunas, como California, me piden cien mil palabras. Otras cincuenta. El secreto está en saber escucharlas.

2. ¿Qué es California, para quien no la haya leído? ¿Eres capaz de definirla en esas pocas líneas de las que hablaba antes? 

Vamos a intentarlo. California es un vía crucis en quince capítulos que narra el descenso a los infiernos de un hombre exitoso. Una noche, mientras hace la maleta para un viaje de negocios, César O’Malley —felizmente casado y con dos hijos— se sorprende a sí mismo metiendo un par de preservativos en el neceser. Quienes quieran saber qué ocurre a partir de ese momento, tendrán que leer la novela.

3. Una de tus pasiones es la fotografía. ¿Detrás de toda imagen hay siempre una buena historia para ser contada?

Desde luego. Pero las buenas historias no solo están en las fotografías, sino prácticamente en cualquier sitio. Quiero decir que estamos rodeados de ellas. Están en nuestra casa. En nuestra familia. En los fragmentos de conversaciones que cada día oímos en la calle. En los rostros de las personas que viajan frente a nosotros en el metro. En las fiestas. En los funerales. Y desde luego en nuestra imaginación. Están ahí, sin ninguna duda. La función del escritor, si es que tiene alguna, es detectarlas y traducirlas en palabras.

4. Eres vallisoletano, pero por motivos laborales no sé hasta qué punto te mueves por la ciudad durante el año. Al margen de eso, ¿cómo ves la escena literaria de la ciudad?

Vivo en Madrid desde hace años pero sigo manteniendo contacto con Valladolid. Creo que, en materia literaria, la ciudad tiene motivos para sentirse orgullosa, no solo por la cantidad de escritores que surgen de ella generación tras generación, sino también por la calidad de sus obras. Cada vez que voy, me llama la atención la abundancia de eventos literarios que animan la vida cultural de la ciudad. La literatura, en Valladolid, goza de muy buena salud.

5. ¿Hasta qué punto se puede enseñar a escribir a alguien? 

Es la eterna pregunta de si el escritor nace o se hace. Evidentemente, lo que no puede enseñarse es el talento. Eso se tiene o no se tiene. Pero el talento en bruto no basta. Uno debe refinar lo que la naturaleza le ha dado, lo cual conlleva trabajo y disciplina. Como en cualquier oficio, uno tiene que saber usar las herramientas que tiene a su disposición. Cuanto mejor maneje la técnica, más libertad tendrá para alcanzar sus objetivos. Eso puede lograrse en soledad, qué duda cabe —Nathaniel Hawthorne, el autor de La letra escarlata, pasó doce años recluido en una habitación, aprendiendo a escribir—. O puede hacerse en compañía, acudiendo, por ejemplo, a un taller de escritura.

6. Nos gusta conocer los gustos literarios de los escritores a quienes entrevistamos, para saber si esas referencias que todos tenemos se plasman de alguna manera en sus propias obras. ¿Qué lee Rubén Abella? ¿Hasta qué punto crees que esas lecturas influyen en tu manera de escribir?

Leo mucha novela y también mucho cuento. Entre mis libros de cabecera, los que siempre tengo cerca y leo una y otra vez a lo largo de los años, están Mientras agonizo, de William Faulkner, Pedro Páramo y El llano en llamas, de Juan Rulfo o los cuentos de Chéjov. Otros autores que me conmueven son Sándor Márai, Robert Walser, Joseph Roth, E. L. Doctorow, Raymond Carver y Dostoievski. Y no dejo de revisitar los clásicos. Hace poco releí Hamlet y me ha impresionado aún más que la primera vez.

7. Por cierto, ¿estás preparando ya una nueva novela?

Sí, tengo una casi terminada. Una historia coral. Pero prefiero no contar nada más hasta que la acabe. Da mala suerte.

Scroll al inicio