Narra la Biblia que vivía en la región de Samaría (Israel), en el primer siglo de nuestra era, un tal Simón que practicaba la magia y tenía enloquecida a la gente. Cierto día se llegaron hasta allí dos de los discípulos de Jesucristo: imponían sus manos sobre la gente para que recibiesen el Espíritu Santo. Entonces, el mago Simón se dirigió a ellos proponiéndoles: “Dadme a mí también ese poder y os pagaré bien”. A lo que los apóstoles contestaron: “Al infierno tú con tu dinero, por pensar que el don de Dios se consigue así”. Y de ahí que la palabra “simonía”, como indica la RAE, defina “la compra o venta de cosas espirituales, prebendas y beneficios eclesiásticos”.