En el español escrito, sucumbimos a menudo al engolamiento que se presupone a las buenas maneras en redacción… Y a veces, echamos mano de herramientas poco…, digamos…, correctas. Por ejemplo: el gerundio verbal utilizado con valor de ‘posteridad’.
Entré en el aula, ocupando un asiento en el extremo mismo de la última fila.
Cuando lo que quiero decir es:
Entré en el aula y ocupé un asiento en el extremo mismo de la última fila.
A esto se le llama ‘gerundio de posteridad’, porque introduce una acción que ocurre después de la inicialmente descrita y no una acción simultánea a la misma. Y es tan feo como frecuente en el el argot administrativo. Ojo, pues.