[…] Cuando tenía trece o catorce años, en el colegio nos mandaron leer un libro titulado Mi idolatrado hijo Sisí. Estaba escrito por un tal Miguel Delibes, del que yo aún no había oído hablar. Enseguida me fui sumergiendo en sus páginas, dejando que el autor me llevara de la mano, y ahí es donde comenzó una admiración que, con el tiempo, se fue haciendo cada vez más intensa. A ese primer libro le siguió El príncipe destronado.
[…] Mi admiración por su vida y por su obra fue creciendo cada día. Y luego llegó su última novela El Hereje […] que se convirtió definitivamente en mi obra preferida. Me encantó de principio a fin y lo que recuerdo con más emoción es su dedicatoria: “A Valladolid, mi ciudad”.
Con Delibes aprendí a amar y a valorar lo nuestro, a quererlo y a defenderlo, a sentirme orgullosa de mi ciudad y de mi lengua. Ha representado como nadie ese espíritu castellano leal, noble y agradecido, y ha sido el símbolo de esa Castilla la Vieja, austera y fría, que tanto le ha querido y le sigue queriendo. Pudiendo tener el mundo a sus pies, prefirió quedarse en su querido Valladolid […]. Lamentablemente nunca tuve ocasión de hablar con él.
[…] La vida quiso que en 2004 llegara a mis manos una copia de una entrevista muy especial para mí: la que Delibes le hizo a mi tío-abuelo, el fundador de FASA, en 1953, con motivo de la puesta en marcha de esta empresa […]. Tiempo después le envié una carta con una copia de esta entrevista pensando que no la recordaría, y cuál fue mi sorpresa cuando me respondió diciendo que aún lo mantenía en su memoria. ¡Qué ilusión me hizo!
Volví a escribirle solicitando una entrevista para que me contara sus recuerdos de aquella época pero me regaló algo mucho mejor: una maravillosa carta que me escribió en febrero de 2007.
Recuerdo perfectamente la emoción que sentí cuando la recogí del buzón y las lágrimas que caían por mis mejillas cuando terminé de leerla.