La azarosa vida de José Zorrilla en 52 ‘refrescos’ (X)

47.- Tres años después del fallecimiento de Zorrilla, transcurrido el plazo legal para exhumar sus restos, se procedió a su traslado a Valladolid. El día 2 de mayo de aquel 1896, en una «soberbia carroza construida al efecto y costeada por la ciudad de Valladolid» y acompañado de lo más granado de la sociedad literaria, académica y política, tanto nacional como vallisoletana, el féretro del poeta viajó en tren a Valladolid. El tren llegó a la estación de Valladolid a las siete de la mañana del día 3. Allí hubo que reparar los desperfectos sufridos por la carroza durante el trayecto; y, cuando todo estuvo dispuesto, y acomodadas todas las coronas recibidas para el acontecimiento, a primera hora de la tarde, una multitudinaria comitiva atravesó la ciudad hasta llegar al cementerio, donde tras inhumar nuevamente los restos, se procedió a colocar la primera piedra del que sería Panteón de Vallisoletanos Ilustres.

48.- Zorrilla descansa, por lo tanto, en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres del Cementerio del Carmen. Allí descansa también su sobrina nieta, Rosa Chacel, nieta de Julia Pacheco, hermana de la segunda esposa de Zorrilla. Valladolid recuerda a su ilustre hijo de forma permanente, en diversos lugares de la ciudad: el paseo de Zorrilla, la plaza de Zorrilla, la estatua de Zorrilla, el Teatro Zorrilla, el Instituto Zorrilla, el C.P. José Zorrilla, la Asociación de Vecinos ‘José Zorrilla’, el Estadio Municipal de Fútbol ‘José Zorrilla’…

49. Zorrilla escribió poesía, leyendas, cuentos y más 30 obras de teatro; además de su autobiografía en prosa: Recuerdos del tiempo viejo. Fue un creador nato… Lo primero que publicó Zorrilla fue un cuento titulado La mujer negra o Una antigua capilla de templarios. El texto apareció en la revista El artista, en agosto de 1835. Nuestro autor tenía 18 años. Un año después, en el verano de 1836, Zorrilla huyó de la autoridad y de los planes paternos para con él; y se instaló ‘de extranjis’ en Madrid. Es probable que, en aquellos últimos meses del año, el poeta editara su primer drama: El condestable de Sicilia.

En febrero de 1837 tuvo lugar el entierro de Larra y, en él, la famosa lectura de Zorrilla que lo catapultó a la fama. El mundo supo entonces dónde estaba Zorrilla; y dio comienzo así su, podríamos decir, ‘vida pública’. Entre 1837 y 1840, José Zorrilla publicó sus 8 volúmenes de poesías. Y en 1839 vieron la luz sus dos primeros dramas: Juan Dandolo y Cada cual con su razón.

50.- En 1840, estrenó el drama Lealtad de una mujer y aventuras de una noche y la primera parte de El zapatero y el rey. En ese mismo año comenzó a publicar los Cantos del trovador. Un año después, en la primavera de 1841, sube a escena Apoteosis de don Pedro Calderón de la Barca. Y también ve la luz el tercer y último volumen de los Cantos del trovador.

En el 42, llegó la segunda parte de El zapatero y el rey; y el estreno de El eco del torrente, Los dos virreyes, Un año y un día y Sancho García. Por si esto fuese poco, Zorrilla publica además Vigilias del estío. Zorrilla atravesaba una etapa muy inspirada. 1843 fue el año del éxito de El puñal del godo, Sofronia, El molino de Guadalajara, El caballero del rey don Sancho y de la alegoría La oliva y el laurel. El 28 de marzo de 1844 –Zorrilla tenía 27 años recién cumplidos– se estrena en el madrileño Teatro de la Cruz, con muy poco éxito en su primera representación…, Don Juan Tenorio. En mayo Zorrilla estrenó La copa de marfil. Y aún tuvo tiempo de seguir escribiendo poesía y publicar el volumen de poemas titulado Recuerdos y fantasías.

51. Aunque a menudo nos parezca que no, SÍ hubo un ‘después del Tenorio’. Zorrilla continuó imparable… En 1845 estrenó Más vale llegar a tiempo que rondar un año y El alcalde Ronquillo o El diablo en Valladolid; y publicó dos volúmenes de poesías. En el 47, otros tres dramas: El rey loco, La reina y los favoritos y La calentura. En este año  tenía 30 años–, el editor francés Baudry le publica sus (hasta entonces) Obras completas. En 1848, más estrenos teatrales: El excomulgado y El diluvio universal.

El 49 fue el año de su gran obra dramática: Traidor, inconfeso y mártir. Y en 1850 publicó Cuento de cuentos, Mil leyendas granadinas y Una historia de locos. Un año después, en 1852, nuevamente Baudry, publica la segunda edición de las Obras completas de Zorrilla, que ya tienen un volumen más. Y en ese mismo año, ven la luz los dos tomos de su poema Granada.

De 1853 es la famosa Serenata morisca, que el poeta dedicó a la emperatriz Eugenia de Montijo; y también la obra Cuentos de un loco. Durante sus años de estancia en México, Zorrilla publicó, en distintas entregas, La flor de los recuerdos. Y a su vuelta, ya en España, publicó en 1867 las obras Álbum de un loco y El drama del alma (tras el fusilamiento de Maximiliano); y en 1868 Ecos de las montañas. Nuestro autor estrenaría aún algunos trabajos dramáticos más: Entre clérigos y diablos o El encapuchado (1870); Pilatos (1877); Don Juan Tenorio (zarzuela, 1877); y El doctor Diógenes (1878).

52.- Entre 1880 y 1882, Zorrilla publicó ‘por entregas’, en Los Lunes del Imparcial, sus memorias, tituladas: Recuerdos del tiempo viejo. De esta obra, el propio Eduardo Mendoza ha escrito: «Es un libro maravillosamente escrito, que incluye muchas otras cosas a la vez: un retablo histórico, un recorrido por el mundo y el mundillo teatral español en los años dorados del Romanticismo, un mosaico de personajes y anécdotas. También, y por encima de todo, la lúcida autobiografía de un hombre cuyo talento excepcional no le proporcionó ni el éxito, ni la fortuna ni la felicidad».

En el 82, el poeta comenzó la publicación de La leyenda del Cid. Y en sus últimos años, continuó escribiendo poesías; entre otras una colección de poemas dedicados a distintas ciudades españolas con las que se sentía agradecido.

De forma póstuma, en 1908, apareció el libro Últimos versos de don José Zorrilla. En este volumen se incluyeron las tres composiciones que integran A Valladolid; y la serie titulada Ciudades. He aquí algunos de sus últimos versos…

Ya voy, tal vez en horas, a abandonar la tierra;
pasado he sesenta años con el trabajo en guerra
y siento que el trabajo más fuerte es ya que yo:
aún arde y en mi alma la inspiración se encierra;
aún a mi sermi espíritu con fe tenaz se aferra;
luchar aún mi alma puede, pero mi cuerpo no.

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