A Luis Mateo Díez (Villablino, 1942) y a Agustín García Simón (Montemayor, 1953) les une una amistad de años y en el ámbito literario comparten la idea de los territorios imaginarios desde los cuales dibujan su mirada a la realidad. Celama, en el caso del leonés, y Honanalta, ese territorio que el vallisoletano utiliza para retratar la Castilla del siglo XX «con todos sus traumas». Dos espacios que han tenido un lugar protagonista durante el encuentro que ambos mantuvieron ayer en la Feria del Libro de Valladolid.
Un diálogo que también se centró en las dos últimas novelas de cada uno de los narradores, donde Luis Mateo Díez habló de la obra de su compañero de mesa y viceversa. Precisamente el narrador leonés fue quien destacó la coincidencia de ambos en la creación de territorios imaginarios y elogió la capacidad de García Simón para retratar a través de La herida del tiempo la Castilla del siglo XX en Hotanalta y especialmente a través de su personaje, Heliodoro García Vallejo, a quien describió como una especie de Gatopardo que muestra «la vertiente más puntillosa y sensible de la miseria y de la condición humana».
Para Díez, el personaje de La herida del tiempo es un fiel reflejo de todos los acontecimientos del siglo pasado y permite mostrar con su relato «la decadencia de la cultura rural y campesina».
Entre tanto, Agustín García Simón realizó inicialmente un análisis de la prolífica trayectoria de Luis Mateo Díez, como el propio autor reconoció, pero destacó no sólo el número sino también la calidad de su obra. «Su trayectoria es una de las más sólidas y prevalecerá en la literatura española, sin ninguna duda», dijo.
En relación a la última obra del narrador leonés, García Simón destacó que El hijo de las cosas «se escapa de su literatura» para introducirse en el terreno del humor a través de una esta novela «surrealista de carcajada» que recoge la mejor tradición de este género. «Recuerda a Quevedo, a Jardiel Poncela, a Valle Inclán o a Cela», dijo.
En este aspecto, Luis Mateo Díez reconoció nuevamente el poder curativo del humor, que a su juicio es un «elemento de lucidez». «El mundo se percibe mejor desde una perspectiva humorística», insistió.